Detractores del CI

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Hace unos días abro la alarma «altas capacidades» de google y me encuentro un amago de artículo con el sugerente título de Falsas creencias sobre superdotados. Nada más empezar, recibo el primer bofetón, y comento sobre el mismo:

Cada vez que alguien escribe «La OMS define a una persona superdotada como aquella que cuenta con un coeficiente intelectual superior a 130», muere un gatito.

Empezar un artículo sobre «falsas creencias» con la creencia falsa de que la OMS define la superdotación supone una contradicción nivel Dios.

Pero más allá de comprobar, una vez más, que el mito de la OMS y el CI 130 para ser superdotado sigue plenamente vigente, en los diálogos que se producen tras el comentario subyace una idea equivocada sobre su significado. En esta ocasión no ha ocurrido, pero muchas veces se me ha tildado de «detractor del CI» y, por extensión, de «detractor de los superdotados», un doble absurdo porque i) llevo años defendiendo y visibilizando el fenómeno y ii) cuando critico «el tiempo de Yecla» no significa que esté criticando a «Yecla». Cuando uno se apega a una idea tanto que la hace parte de su ser tiende a sentirse ofendido contra todo lo que atente o parezca atentar contra la idea. Es la esencia de la ofensa que predomina en la actualidad.

El trasfondo del comentario no es una crítica al CI  (cociente intelectual -intelligence quotient-) ni las pruebas psicométricas que lo determinan (cada una de ellas con sus fortalezas y debilidades propias) sino el uso de la cifra como definición completa de una persona basado en una falacia de autoridad, apelando a la OMS en este caso como fuente.

El CI puede ser útil como indicador pero no es una categoría diagnóstica que pueda decirnos todo sobre una persona. Como bien nos recuerda una eminencia en esto de psicometrizar la inteligencia, Alann Kaufman: «no existe tal cosa como el CI de una persona».

Si fuera una categoría omniabarcante, las personas con un CI entre 25 y 49 dirían de sí mismas «soy imbécil porque así lo dice la OMS». Pero nadie con medio dedo de frente lo hace, ni los colectivos que defienden a estas personas permiten que lo hagan, también por el estigma y el peso de una etiqueta que se utiliza de forma despectiva o como ofensa. La OMS hace décadas que no define ni a los imbéciles ni a los superdotados. Por eso la afirmación dispara a los tiernos felinos del sentido común.

La reflexión seria y consciente sobre este asunto nos llevaría a apartarnos, aunque no siempre sea posible por economía de lenguaje en una conversación cotidiana, de afirmaciones como «soy superdotado» para inclinarnos más por «tengo altas capacidades», del mismo modo que decimos «tengo cefaleas» en lugar de decir que «soy un dolor de cabeza» con patas. La diferencia entre ser o tener en el ámbito de las altas capacidades es clave no solo a la hora de entendernos sino también a la hora de comunicarnos con otros que no conocen esta realidad y pueden pensar (aunque piensen poco y mal) que «somos imbéciles» con deseos de presumir de la etiqueta de «ser superdotado», tanto si nos la aplicamos a nosotros mismos como a nuestros hijos, cuando la realidad dista mucho de esa pretensión, salvo ‘gloriosas’ excepciones.

En definitiva, que mi crítica se dirige a la luna del USO que se le da a la información que puede aportarnos una cifra como el CI. Sin embargo, muchas veces me encuentro con la interpretación basada en mirar los dedos del CI, la OMS y el ‘coeficiente’ que me encapsula, sin razón alguna, entre los «detractores del CI».

Así que aprovecho que el Pisuerga pasa por Valladolidad para tratar de aclararlo una vez más. No, no soy detractor ni del CI, ni de las pruebas psicométricas, ni de la OMS, ni de usar coeficiente en lugar de cociente ni de otras muchas ideas. Cada una tiene su espacio y su nivel propio de adecuación. Soy un firme detractor del MAL USO de cierta información. Hoy, mañana y siempre.


4 respuestas a “Detractores del CI

  1. Estimado Escritor, leí con gran interés la entrada del blog, me gustaría conocer la bibliografía que en fotografía compartes, muchísimas gracias. Saludo afectuoso.

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  2. Que pena 8, 14 o 15 años de experiencia (ya no me quedo claro) que una persona ferviente desconocedora del valor que representa el CI y que en la reunion del subsecretario de educación Otto Granados Roldan, haya asegurado que el CI no es concluyente para las altas capacidades, ahora indague y comente sobre el CI del que precisamente le quitó importancia al valor de algo tan trascendental en la vida de un infante, Que segun, la teoría de la Psicologa, Pedagoga, Filósofa, Educadora, Científica, Médica, Psiquiatra, Antropóloga, Bióloga, Feminista y humanista italiana, María Montessori, recomendó en la síntesis de su ponencia que la edad temprana es mejor para atender a la niñez. Todos los títulos se fueron a la basura cuando tu sugieres que hasta los 4.0 años es la mejor edad para hacerle un estudio de CI porque disque los expertos «dices» no recomiendan.

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  3. Es un tremendo debate. Y que la OMS diga algo o no al respecto no hace menos real la situación. las personas de Altas Capacidades si existimos y, ni la tenemos fácil o «con ventaja», ni tenemos problemas de autovaloración que requerimos compensar con baños de «supuesta» alta capacidad. Ciertamente, en lo personal no me agrada el término de «superdotado», pero es una percepción personal, pero no por eso, no significa que no sea una persona de Altas Capacidades Intelectuales. Si a la OMS le importa, o si es aceptado o no, eso es harina de otro costal. Nuestra sociedad es así, hasta que no le pega de trompón, no existe, no está pasando. Y para ejemplos hay una lista enooorme. Más allá del debate sobre el CI, que pareciera dar mucha urticaria, y sobre la validez o no de determinados métodos de detección, o características y demás, básicamente porque lo que percibo (escribo desde mi percepción muy personal, no desde una postura científica, porque no lo soy) es la necesidad de invisibilizar algo que efectivamente sucede. Como sociedad, seguimos apostando a invisibilizar las diferencias.

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