
España es el único país de habla hispana que cuenta con más de medio centenar de entidades gestionadas por familias (asociaciones, plataformas, federaciones y confederaciones) dedicadas, según sus propios estatutos, a reconocer, visibilizar, atender, defender o cualquier otra acción en favor de las altas capacidades intelectuales. De hecho, se puede decir que es el único país hispanohablante con tejido asociativo donde el papel de las familias es activo y no meramente testimonial. Solo Argentina, en los últimos años, ha comenzado a tejerlo.
Desde 1986 hasta hoy se han constituido multitud de entidades. Las primeras estaban dirigidas por profesionales y las familias eran meros receptores de servicios -en el mejor de los casos- a un coste determinado sin ninguna capacidad de decisión. A principios de los noventa comenzaron a funcionar las asociaciones familiares. El cambio no es baladí. A partir de ese momento, ellas deciden el futuro de la entidad. Ellas toman las riendas y tienen el poder de cambiar las cosas. Ellas comienzan a hacer política real. Al menos, en teoría.
Para cotejar el nivel de consciencia que las familias tienen de todo esto, generalmente comienzo haciéndoles a todas esta pregunta:

¿Para quién trabajamos?
Parece una pregunta obvia, de perogrullo: para el alumnado con altas capacidades (en abstracto) o para nuestros ñiños y nuestras niñas (en concreto). Sin embargo, no lo es. Os sorprenderían la variedad de respuestas que la pregunta suscita.
Una vez queda clara la dirección, es importante establecer la siguiente distinción:

Ámbitos de intervención de las altas capacidades intelectuales
Cuando una entidad tiene que afrontar el reto de conseguir o acercarse a sus fines estatutarios (su ley interna) es importante un diálogo interno donde se establezcan líneas claras de actuación en función de determinados parámetros. En este caso, distinguiremos una intervención directa en el alumno de una intervención indirecta.
La mayoría de familias manifiesta claramente su preferencia por la intervención directa, que es la que aporta beneficios tangibles a corto plazo. Y esta preferencia se proyecta en el seno de la entidad, influyendo poderosamente en su dinámica. Por lo general, son pocas las que piensan en los beneficios intangibles a corto pero tangibles a medio y largo plazo de la intervención indirecta. Cambiar una ley lleva su tiempo, pero su radio de acción es sustancialmente mayor que el de la intervención familia a familia. Se benefician muchos más niños, durante más tiempo, con la intervención indirecta.
Curiosamente, estas entidades reflejan en sus fines la necesidad de esta intervención indirecta, que aquí denominaré político-administrativa y que, a los efectos de esta entrada, recortaré como simplemente política. Política entendida en su sentido amplio de acción con incidencia colectiva. Si la entidad no refleja esto en sus fines, se trataría de un instrumento social, pero se alejaría del espíritu reivindicativo con el que nacen estas entidades.
Teniendo clara esta premisa, se puede inferir fácilmente que si una asociación tiene más capacidad de acción política (real, insisto, no de politiquear) que una persona individual, la unión de asociaciones multiplica esa fuerza. Y la fragmentación la divide.
Pues bien, sintetizando al máximo la historia del asociacionismo en España se entenderá fácilmente cual es la situación actual. La imagen es de finales de 2019, cuando di la charla, pero con la pandemia todo se ha trastocado y las dificultades han aumentado por factores externos a la dinámica asociativa.

Fragmentación del movimiento asociativo
En entradas anteriores narré brevemente las cuatro primeras etapas de esta historia, dejando para el futuro la quinta, la actual. Una etapa que, salvo milagro, ha llegado para quedarse. A partir de 2015 se empezó a notar en el colectivo un incremento cada vez más acentuado de iniciativas personales (o personalistas), tanto a nivel real como virtual, que en lugar de confluir en objetivos comunes se alejaban a través de ellos. Se puede simplificar apelando al factor adanista, ya señalado hace tiempo, donde el recién llegado no solo desconoce las iniciativas previas sino que además las desprecia por inútiles, creyendo que todo comenzó con ellos. O también señalar a la presencia cada vez más acusada de personas con dificultades para embridar sus egos y habilidad para manejar a otras en función de sus intereses particulares, muy alejados del objetivo común.
Todo esto es perfectamente constatable a poco que conozcas el terreno, así que no insistiré más ahí. La fragmentación es un hecho y, en consecuencia, la dinámica de avance lento de la cuarta etapa se ha frenado por completo. Basta observar la práctica ausencia de noticias de cambios a nivel político para darse cuenta del inmovilismo.
Pero la realidad es siempre mucho más compleja que eso, y también es bueno analizar lo que ocurre o puede ocurrir en el seno mismo de las asociaciones para entender lo que está en juego.
A continuación resumiré una idea que, sorprendentemente, no suele penetrar mucho cuando se dialoga sobre qué se puede hacer en este ámbito político.

Lucha, esfuerzo, confianza, visión, formación y solidaridad… Casi nada
Familias unidas, con consciencia clara de que

De instrumentos políticos a empresas
En la aventura asociativa es importante tener claras las esencias, los principios, los ejes sobre los que girarán nuestras acciones. Sin eso, el barco va necesariamente a la deriva o, en el peor de los casos, hacia el puerto de algún interés personal lo suficientemente hábil como para que no se note o se camufle como bien común. Ejemplos hay a patadas.
Una asociación familiar que dice luchar en favor de los derechos de los alumnos con altas capacidades es esencialmente un instrumento político. La Ley 2/2002 lo deja claro. Por lo tanto, el abordaje político es una actividad primordial en toda asociación que refleje en sus estatutos ese fin.
Pues bien, la realidad es que la inmensa mayoría de familias desconoce esta naturaleza. Diría más, la inmensa mayoría de las familias que se asocian desconocen los estatutos de la entidad. Y por la experiencia de muchas personas que han trabajado en ellas, se puede hacer un pequeño esquema de

Una asociación puede, si tiene manos y recursos suficientes, realizar todas las funciones anteriores, pero si solo se dedican a eso pierden su esencia, el leiv motiv que las hizo nacer. Se convertiría, de facto aunque no nominalmente, en una empresa. Una empresa peculiar en la que se combina trabajo remunerado con altruista, pero empresa al fin y al cabo.
Pero, ¿cómo se puede explicar ese paso y, sobre todo, la ausencia de consciencia propia de esa transición? Veámoslo paso a paso.
En primer lugar, hay que entender un patrón de comportamiento muy habitual, recogida en la ley de potencias de participación en comunidades sociales.

Cualquiera que haya trabajado de verdad (participación activa) en una asociación reconocerá este patrón simplificado. Poquísimas manos implicadas, algunas más con participación activa esporádica y participación reactiva más frecuente y la inmensa mayoría con ese eufemismo que llamamos participación pasiva, que es otra forma de llamar a la no participación real. A las personas que siguen este patrón no se les puede denominar socios, porque en todos los estatutos se recogen unos deberes de estos que, cuando se saltan a la torera, nos convierten de facto aunque no nominalmente en meros usuarios: personas con todos los derechos y ninguna obligación Una carga pesada aunque paguen una cuota y sostengan económicamente las actividades emprendidas.
Una asociación es un ente vivo en constante evolución, así que puede resultar fácil seguir todas las fases por las que pasa y que nos ayuda a entender cómo se pasa de una fase reivindicativa a otra meramente asistencialista. Aquí lo sintetizo

Como decía antes, la participación pasiva (usuarios) es el factor principal de esta deriva. A medida que la ratio socios/usuarios baja, disminuye la presión que puede ejercer en el ámbito político, ya que la visión de los usuarios es meramente comercial: pago para que me den servicios. No entienden ni comparten la necesidad de destinar recursos a la lucha política ni a ese idealismo de mejorar el sistema. Son en realidad los elementos que contribuyen con más fuerza a sostener el sistema. Irónicamente, muchos de ellos son los que más se quejan de cómo está el sistema y de cómo les joroba la existencia. El nivel de autocrítica tiende a cero en este esquema. Y es una dinámica que se retroalimenta, casi imposible de revertir. Cualquiera que lo ha intentado sabe de lo que hablo.
De todos modos, siempre se pueden implantar mecanismos de control de esa ratio

Cuando no se puede o no se quiere implantar un sistema de control de la ratio, la consecuencia inevitable es convertirse en una empresa que presta servicios a precios reducidos sin capacidad para realizar ninguno de los cambios por los que dice apostar decididamente.
Pero vayamos a las propuestas para quienes quieran, ahora o en el futuro, abordar el aspecto político en su entidad.
El abordaje político de las altas capacidades
Para comenzar, es importante tener una visión panorámica de nuestra entidad. Y un instrumento muy útil es el

El análisis DAFO nos permite tener una panorámica amplia de cuáles son nuestras fortalezas internas y nuestras debilidades para poder reforzar las primeras y mejorar las segundas. Combinado con la visión externa, conociendo el espacio donde poder aprovechar las oportunidades y donde eludir o minimizar las amenazas, podremos saber mejor hasta dónde podremos llegar.
Pero como esto parece muy abstracto, quizás comenzar con una estructura organizativa ayude a mejorar las funciones propias de la entidad. Siguiendo una serie de principios y aplicándolos a diferentes áreas de trabajo.


Una vez tengamos la estructura en funcionamiento, nos surgirá un dilema que no es tal

Resuelto el falso dilema, toca conocer la razón por la que vamos a realizar ese trabajo político

A partir de ese consciencia clara de por qué lo hacemos, hay que poner manos a la obra. Aquí os comparto un esquema simplificado de algunas de las claves a tener en cuenta antes, durante y después de las reuniones de trabajo político que nos esperan. Cortesía de mi gran amigo Diego Rodríguez Toribio, experto en negociaciones y una de las puntas de lanza del movimiento asociativo de las altas capacidades en España.

Para finalizar, convengamos en que también esa un falso dilema el que nos surge cuando pensamos en si estamos en una lucha individual o una colectiva.

Sé que este camino es difícil. Largo y trabajoso. Utópico a más no poder, pero como decía

Buenísimo. Gracias por combinar magistralmente experiencia y conocimiento para reflejar una realidad viva de forma clara y sencilla y además, añadir soluciones. Ojalá que este artículo llegue y remueva conciencias para revertir esta situación.
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Gracias Caru por tu comentario
Describir la realidad, aunque sea compleja, es relativamente fácil si tienes experiencia. Lo difícil es añadir propuestas que ayuden a cambiar dinámicas y recuperar algo de la esencia perdida en el camino
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