Al grano: en la piel de un adolescente

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Estimado adulto, muy buenos días.

Si estás leyendo esto, puedo aventurarme a afirmar que fuiste adolescente hace más o menos tiempo. Pues bien, durante estos minutos te pido que recuerdes esa maraña de pelo y cóctel de hormonas e incoherencias que fuiste y los observes con la curiosidad y respeto con la que lo haría un niño. O un científico. También me vale como un fotógrafo. Pero, por favor, hazlo sin juicios y con la única actitud de aprender y comprender mejor esta etapa tan dura y a la vez tan maravillosamente estimulante.

Antes de continuar, me gustaría dejarte claro que cada adolescente es único, por mil motivos: biológicos, neurológicos, personales, sociales, educativos, contextuales, etc. Así que puede que lo que leas a continuación no termine de ajustarse a las criaturas que están creciendo a tu lado. Tampoco puedo pretender que este texto te sirva de principio a final; puede, incluso, que quede muy lejos de tu realidad. Mi intención es mucho más humilde que esa, y consiste en hacerte llegar algunas generalidades que se suelen repetir en esta etapa, apoyándome en lo que la Ciencia, y mi experiencia amparada en ella, puedan aportar. Además, compartiré contigo algunos consejos que he tenido que repetir en más de una ocasión a lo largo de mi carrera. Espero que alguna de ellas te pueda ser útil o, al menos, clarificadora.

Fíjate que apenas he empezado y ya he mencionado los factores biológicos y neurológicos. Si te parece, comencemos por ahí. Nos servirá para comprender los límites que la naturaleza humana nos permite en esta etapa.

EL CEREBRO ADOLESCENTE

Seguro que se te ha hecho raro cuando has ido al peluquero después de muchos meses o años y te miras al espejo «¿Dónde ha ido ese pelo? ¡Qué distinto me veo! ¿Me gusto? ¿Echo de menos mi antigua imagen? ¿Conservo mi seña de identidad?». Pues bien, piensa ahora en un adolescente: no solo cambia su cada vez más presente pelo, también las proporciones de su cuerpo, su voz, vivencia de la sexualidad,… Imagínate la intensidad que podrían adquirir las anteriores preguntas. Date cuenta ahora que todos esos cambios, además, son impredecibles para ellos. Se deben a la explosión hormonal de esta etapa, pero también esa intensidad con la que se evalúan sus efectos. Primer consejo: Recuerda que a todos nos cuestan los cambios.

La adolescencia comienza con esa revolución hormonal que lo cambiará todo. Hay varias hormonas protagonistas: La somatotropina, la testosterona, el estrógeno o la dopamina, en la que nos fijaremos un poco más. Esta hormona invita a la búsqueda de sensaciones excitantes y novedosas; etc. Y, como suponéis, son responsables en parte de los cambios de humor, a los que, para ser más justos y comprensivos, llamaremos desarrollo de la intensidad y polaridad emocional. Y todo esto ocurre en el Sistema Límbico, que, como podrás imaginar, estará como loco, pues hasta la fecha nunca había funcionado con estos niveles de intensidad.

Además, el pobre Sistema Límbico no cuenta con mucha ayuda: el Lóbulo Prefrontal del cerebro, responsable del Autocontrol y la regulación de los impulsos, está muy verde, apenas está desarrollado. Es más, se estima que no lo estará hasta más o menos los 25 años. Siempre y cuando nos esforcemos en ayudarle a aprender cómo funcionar. Pero de eso hablaremos más tarde. Pero bueno, ten en cuenta que aquí nos encontramos con un primer límite madurativo: te quedan aún unos cuantos años de exploración curiosa y paciente. El hecho de que les cambie la voz no les convierte en adultos responsables. Segundo: Ten paciencia y naturaliza este periodo.

Total, que estamos en una etapa en el que lo emocional tienen un peso mucho mayor que lo cognitivo. Y esto se traduce en preferencia por experiencias emocionales sobre las lógicas. Así se buscan situaciones de riesgo (entre que cuesta evaluar el peligro, que es un acto lógico, y el subidón de adrenalina que proporciona, imagínate). Este tipo de evaluación del riesgo provoca un pensamiento egocéntrico («solo yo conozco la verdad») y de omnipotencia («soy capaz de todo lo que me pongan por delante») ¿Qué es eso de que «las acciones tienen consecuencias»? Los sermones cuestionan todo eso y son percibidos no solo como un ataque, sino como una propuesta absurda que no encaja en sus esquemas mentales actuales («tú qué sabrás, no me entiendes, etc.») ¿Entiendes ahora por qué los adolescentes cuestionan la autoridad? Es por eso que en esta etapa el hecho de experimentar los errores es mucho más valioso que un sermón. Y que mil de ellos. Por más que nos esforcemos, el batacazo será más significativo que les repitamos mil veces las cosas. Tercer consejo: Debes facilitar que tu hijo decida por sí mismo.

Por cierto, aunque no lo creas, los adolescentes asumen menos riesgos que los niños, en el tipo de riesgo que sí destacan es aquel en el que la búsqueda de excitación anula la capacidad de aprender de las malas experiencias, como las relacionadas con el consumo de drogas. Pero, aunque sea más común, no significa que esté generalizada, así que puede ser buena idea no agobiar demasiado a tu adolescente sobre este tema sin tener indicios suficientes.

La indiferencia, la falta de compromiso, los comportamientos sectarios (enamoramientos tóxicos, conductas de riesgo) por una parte facilitan vivir su intensidad emocional, evitan las experiencias de fracaso y les reafirma en su identidad. Y esto es algo natural, algunos piensan que, incluso, es necesario. Aunque a los adultos nos haga hervir la sangre. Y ahora podría surgirte una pregunta muy legítima ¿En qué parte del cerebro está la personalidad?

Y ES QUE, NO TODO ES CUESTIÓN DEL CEREBRO

Con lo tranquilo y obediente que era tu hijo y fíjate lo insoportable que está ahora ¿eh? Ya no le entiendes, te cuestiona, desafía,… Si las explicaciones del epígrafe anterior te resultan suficientes, puedes detener tu lectura aquí. Pero te advierto, pensar que todo depende de sus hormonas y su desarrollo cerebral es una excusa para no seguir implicándonos en la educación y crianza de nuestros hijos. Sin darnos cuenta, a veces, incluso nos colocamos en el extremo opuesto e ignoramos completamente el desarrollo evolutivo del cerebro de nuestro hijo y llegamos a pensar que por el hecho de que le cambie la voz se convierta en un adulto responsable, «Con la edad que tienes, ya te toca ser responsable» ¿Nos suena? Ahora te pregunto ¿En algún momento le hemos enseñado qué significa ser responsable y autónomo? ¿Cuántas veces en su infancia le hemos hecho la cama o le hemos preparado nuggets cuando no quería lentejas? En fin, adulto, ¿te atreves a dar un paso más? Cuarto consejo: Un padre, una madre o un profesional nunca dejan de ser aprendices.

¿Todo es cerebro? No, estudios más recientes dicen que la falta de experiencia y una necesidad de explorar el mundo (que se relaciona con la intensidad emocional de la dopamina de la que hablábamos antes) son factores más que determinantes en la configuración y experiencia de la etapa adolescente. La ignorancia y la potencialidad para el aprendizaje son las fuerzas que generarán una serie de paradojas tan características de este momento, que se manifestarán a través de incoherencias y contradicciones. ¿Ser o no ser? ¿Pertenezco a este grupo o lo rechazo? ¿Quiero ser independiente o dejo que mis padres me resuelvan la papeleta? ¿Soy como ellos o tengo mi propia personalidad? ¿Me fío más de ellos o de mis amigos? ¿Confío en las normas para protegerme o las incumplo? ¿Intento algo que no he hecho nunca o me quedo tumbado en el sofá? Seguro que, al recordar al adolescente que fuiste, te suena alguna de ellas y lo agotador que era sufrirlas. Quinto consejo: Entiende que tu hijo tiene «un cacao encima que lo flipas».

imagen 1 - cacao

Entonces, ¿qué hacer? Antes te he dicho que es mejor que tu hijo decida por sí mismo. ¿Significa que debes dejarlo «a su bola»? Para nada: nuestra función es darle opciones, aportar información, proporcionar nuevos puntos de vista (algo para lo que, aunque no lo parezca, están más que preparados). Recuerda que en su edad están más que dispuestos a aprender… para que sean ellos quienes decidan.

Un adolescente no sólo necesita opciones, también límites. Y cuando el adolescente te desafía, te provoca, grita, se hace un piercing, escucha trap, lo que en realidad está haciendo es buscar esos límites, negociarlos, aprender de ellos. Buscan hasta dónde llega su control y su capacidad para superar las adversidades (salirse con la suya, dicho vulgarmente). Pero sobre todo, quieren aprender de ellos mismos, hasta dónde pueden llegar. Ya podrían hacerlo de una forma más educada ¿no? Como más adulta… ¿Cuántos años quedan para los 25? Sexto consejo: Cuando tu hijo te desafíe, no te lo tomes como algo personal (lo que no quiere decir que no tengas derecho a sufrir).

Y es que, el fin último de todo esto, es desarrollar su propia identidad. Ser como los demás representa una garantía de aceptación social, y por otra parte buscar el reconocimiento por distinción les sirve para afirmarse y construir su identidad. Esta búsqueda se ve bastante confusa y sufrida ¿verdad?. Es por eso que necesitan intimidad para poner en orden esta locura, tener la puerta de su cuarto cerrada (aunque solo estén mirando el techo), que nadie mire su mochila o sus cuadernos o, por supuesto, cotillear su móvil u ordenador. Si lo hacemos, perderemos lo más valioso que podemos ofrecer a nuestro adolescente: respeto, confianza y amor. Séptimo consejo: Si tuvieras que elegir tres palabras de este texto, serían, sin duda, estas últimas.

imagen 2 - intimidad

Respeto significa valorar (que no obedecer) sus decisiones aunque no las compartamos y, aunque hablar con ellos puede ser muy efectivo, hay que hacerlo solo cuando estén preparados o dispuestos a ello. Confianza es respetar su espacio e intimidad y no juzgarles (si acaso, valoraremos las consecuencias de sus conductas). Amor es aprender de ellos y mostrarte siempre dispuesto a acompañarle en este camino. Necesitan ayuda, pero no control. Necesitan ayuda, pero no saben pedirla o les supone un esfuerzo que no pueden manejar aún.

imagen 3 - juzgar

¿Y cómo aprenden los adolescentes? Pues lo que más buscan en esta etapa son modelos de comportamiento, más que fórmulas magistrales: aprenderá más de lo que ve hacer a los demás que de lo que les decimos. Por eso es tan importante mantener esos tres pilares, solo así podremos convertirnos en modelos saludables. Pero, ojo, no seremos los únicos. Los iguales se convierten en los nuevos referentes y no podemos hacer nada para evitarlo ¿Recuerdas la de veces que tus padres te sermonearon pero solo cambiaste de opinión cuando te lo sugirió tu colega? Pues ahí está. Recuerda que unos párrafos más arriba te comenté que los adultos somos la autoridad y que por ello nos llevaremos muchos palos. La amistad suele estar por encima de todo, y es que los iguales (amigos y famosos) son los mejores reguladores de la autoestima en estos momentos. Octavo consejo: El «haz lo que te digo, pero no lo que hago» no te servirá jamás con un adolescente.

Aunque nuestra conducta tenga mucho peso, no podemos olvidar que hay realidades que escapan a nuestro control y que tendremos que capear en un momento u otro, aunque nos hayamos esforzado por ser los mejores padres del mundo: la Importancia de los rituales en nuestra cultura, la educación recibida, la presión social, la suma de experiencias vividas, posibles acontecimientos que puedan perturbar el bienestar de la persona como fallecimientos en el entorno familiar, divorcio, cambios de residencia, etc.

¿Ves qué complicado? ¿Entiendes ahora por qué hasta su lenguaje es tan distinto al de los adultos? Buscan palabras, expresiones, emojis, memes, gestos,… que reflejen esa maravillosa contradicción en la que viven.

Cada adolescente es literal y «desquiciantemente» único. No te dejes llevar por los clichés, porque correrás el riesgo de que tu hijo se convierta en lo que ni tú ni él queréis. Escúchale, permanece a su lado y respétale. Conformarse con pensar que «está en la edad del pavo», es una muestra de que ni nos hemos parado a pensar qué se le mueve por dentro.

Para terminar, quiero recordarte, estimado adulto con ojos de niño, que somos modelos de nuestros hijos y en la adolescencia somos los referentes para formar y mantener los vínculos afectivos. Así que muchas veces tendremos que mirar a nuestro interior antes de señalar a nuestra descendencia. Más de un estudio dice que uno de los factores de protección para una adolescencia saludable son unos padres formados y abiertos al aprendizaje con, por ejemplo, escuelas de padres o algunas entradas del blog desde el que te escribo hoy. Esto te dará herramientas para «dar caña» (en el mejor sentido) a tu hijo, poner límites y respetaros todos.


Foto perfil

Diego Tomé Merchán

Licenciado en Psicología. Formación a través del Título Propio sobre Altas Capacidades Intelectuales de la UMA.

Experiencia profesional:

2007-Actualmente: Diseño y ponencia de talleres, programas, conferencias y seminarios sobre “Altas Capacidades Intelectuales» y otros contenidos para alumnado de Educación y Psicología, profesorado de primaria, secundaria y universitaria en organismos como: CEPs, UMA, FGUMA, CESUR, CEIPs, IESs, asociaciones como ACM, etc.

2010-2011: Psicólogo, en Centro Psicopedagógico AS, especializado en identificación e intervención de Altas Capacidades Intelectuales.

2011-Actualmente: Psicólogo, colaborador en ASA, Asociación malagueña para el apoyo de las Altas Capacidades Intelectuales a través de Programas de Enriquecimiento y de Creatividad. Coordinador de Programas de Empoderamiento. Formación a profesorado y educadores en Altas Capacidades Intelectuales. Formación a padres y madres de alumnado con Altas Capacidades Intelectuales.

2012-2015: Asesor psicopedagógico en programas educativos, como en talleres de Educación Tecnológica para niños con Altas Capacidades Intelectuales, programa de Cohesión Social con Medio Ambiente.

2012-Actualmente: Miembro del Equipo Técnico y Gestor del programa GuíaME-AC-UMA: Mentorías Universitarias para Altas Capacidades Intelectuales.


2 respuestas a “Al grano: en la piel de un adolescente

  1. Excelente. Creo que definitivamente lo que olvidamos los adultos es que fuimos niñ@s, adolescentes y jóvenes alguna vez, y sobre todo olvidamos cómo se percibe el mundo en esas etapas. El mayor éxito con mis hijos hasta ahora está en que trato de no olvidar cómo percibía el mundo a sus edades. Qué necesitaba en realidad escuchar, y cómo necesitaba ser escuchada, y trato de ponerlo en práctica, abrir un puente que haga a su vez de balancín para equilibrar esa perspectiva con la del adulta y, sobre todo, con la de la madre. Porque, a pesar de que somos un equipo y conversamos y acordamos en conjunto, no dejo de ser la mamá en la relación, y esa autoridad, no está en negociación. No es que no hayan momentos para los límites, o incluso las peleas, pero creo clave recordar, que los niños, los adolescentes tienen un caleidoscopio propio para decodificar el mundo, y aunque en esa etapa vaya a mil por segundo, hay que reconocer que si dejamos de verlos como el contrario, o un enemigo temible, descubriremos que tienen mucho para decir y aportar. Me gusta sentir que, en todo caso, los tres crecemos juntos, y es que al final, eso de de ser «adulto» no es que sea una etapa muy acabada o clara tampoco, ¿no crees?…

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